Carta de la Maga a Bebé Rocamadour (2002)

MADRID: SALA MIRADOR «CARTA DE LA MAGA A BEBÉ ROCAMADOUR»

Quien ha asumido el riesgo de llevar a escena universos novelescos tan complejos como Ulyses, de Joyce, Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato o Moby Dick, de Melville, entre otros, no podría sustraerse a la tentación de teatralizar siquiera una pequeña parte de ese laberinto o mandala narrativo que es Rayuela, de Julio Cortázar.

Y ello, no sólo como homenaje al escritor y al hombre que tan íntimamente supo unir la libertad estética con el compromiso ético y político; al hombre y al escritor que tan sólidos puentes tendió entre América y Europa, sino también como restitución al espacio y al tiempo, al cuerpo y a la voz, de una escritura que se adivina trazada a gestos amplios, a golpes de aliento, a impulsos rítmicos: algo semejante a una elaborada sesión de jazz, a un complejo y sofisticado ritual de paso (“es mi tarea de pobre chamán blanco con calzoncillos de nylon”).

Porque, a despecho de la intrincada estructura narrativa de este “libro (que) es muchos libros”, Rayuela es también un largo discurso pulsional, un enorme monólogo polifónico en el que la palabra vibra, la frase modula, el período arrastra, y la lectura se convierte en una tensa escucha fascinada. Pocas veces la escritura y la oralidad han trabado en una novela tan fértil maridaje. No es de extrañar, pues, que a menudo el relato se transforme en soliloquio, la narración en interpelación o invocación, y la voz objetiva del “autor” de la página ceda a la del personaje, saltando del pasado rememorando al presente vivido.

Fidelidad y libertad, junto con un cálido respeto a la cosmovisión de Cortázar, han presidido la tarea de llevar a escena un episodio emblemático de la emblemática novela: aquél en el que se consuman la separación de Horacio y la Maga y la enigmática desaparición de ésta.

Diversos materiales altamente poéticos y dramáticos se entrelazan en un complejo y sencillo tejido dramatúrgico, que aspira a dar forma teatral a las dislocaciones del tiempo y del tiempo y del espacio y a las mixturas de lo real y lo virtual, claves de la estructura de la obra.

Tres personajes: Horacio, la Maga y Ossip. Dos tiempos, marcados respectivamente por la ausencia real y la presencia rememorada de la Maga en el que fue su apartamento de la rue Sommerard. Un conflicto: la imposible unión del intelecto y el instinto, de la búsqueda existencial abstracta y la adhesión concreta, del mirar la vida y nadarla… ¿Condensan tan escuetos componentes la médula compleja de Rayuela?

Es indudable que no, ni el espectáculo lo pretende.

Carta de la Maga a bebé rocamadour no aspira a restituir, siquiera parcialmente, la inagotable riqueza de la novela que exige, por cierto, reiteradas y diversas lecturas. Se ofrece como un producto teatral autónomo y autosuficiente, susceptible, eso sí, de desplegar en el ámbito escénico algo del humor, de la emoción, de la poesía y de la calidez que Cortázar supo imprimir a sus personajes, a sus situaciones, a su palabra viva y restallante. Y de evocar, mediante la luz y la música, esa atmósfera a la vez realista y mágica que destilan sus páginas.

José Sanchís Sinisterra

 

Dirección: José Sanchís Sinisterra

Reparto:

Horacio: Paulo Sciutto

Ossip: Raúl Marcos

La Maga: Concha Milla

 

Escenografía: Joaquim Roy

Figurinismo: Miriam Compte

Iluminación: Keith Yetton

Sonido: Pepe Bel

Construcción de escenografía: Artilugi

Diseño Gráfico: Xavier Torrent

Producción Original: Isabel Delgado

Producción: Vania Produccions SL

Ayudante de Producción: Esteban Berenguer

Asistente de Dirección: Virginia Pita

Dramaturgia: José Sanchís Sinisterra